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El escritor y profesor Luis García Jambrina analiza, ante el anunciado cierre por desalojo de ‘La Galatea’, el vínculo de Libreros con la literatura y el humanismo

Luis García Jambrina, en el Patio de Escuelas. (Fotos: A. Santana)

Daniel Bajo PeñaDomingo, 10 Marzo 2024

«Me quedé helado cuando me enteré. Me parece terrible que tenga que cerrar una librería de referencia».

Son las palabras del profesor universitario, filólogo, critico, ensayista y novelista Luis García Jambrina, autor de la saga de libros iniciada por ‘El manuscrito de piedra’ y viandante habitual de la calle Libreros, al enterarse de que ‘La Galatea’ echa el cierre por desalojo este mismo mes. También podría ser la reacción de casi cualquier vecino de Salamanca al percatarse de que la calle de la Universidad, donde vivieron Nebrija y Unamuno y donde más que posiblemente se editó la primera gramática castellana, se queda sin librerías. 

El 30 de marzo, cuando ‘La Galatea’ baje la persiana, se interrumpirá una relación secular entre Libreros y el mundo de las letras. Incluso antes de la invención de la imprenta ya había «puestos con manuscritos» en el patio de escuelas menores. Los legajos «colgaban de cuerdas, los estudiantes iban, los alquilaban y mandaban hacer copias» para estudiar. 

La gramática de Nebrija 

La imprenta llegó a Salamanca en 1478 y, además de acabar con los copistas del patio de escuelas menores, convirtió a la calle Libreros en la ‘zona cero’ de la impresión mecánica. «Hay referencias de que hubo bastantes, sobre todo en el siglo XVI. Antes pudo haber impresores ambulantes, pero a partir del XVI se instalaron grandes imprentas y muchas librerías. Probablemente la mayor parte de la calle, excepto los edificios universitarios, estuviera ocupado por ellas. En San Isidro hubo una. Fue una expansión natural. Las librerías son las que hacen que cambie el nombre».

Nebrija «vivió en Libreros, en parte del edificio que hoy ocupa el rectorado»

‘La Galatea’ «está exactamente donde estuvo la primera imprenta salmantina», explica el profesor. Aunque «se ha especulado mucho» sobre si Elio Antonio de Nebrija fue su propietario, ese extremo «no está demostrado» y Jambrina lo considera «improbable, porque su condición de catedrático no le permitía participar en oficios manuales». El malentendido «viene de que vivió en Libreros, en parte del edificio que hoy ocupa el rectorado, donde hay una inscripción» que recuerda a su ilustre vecino. Nebrija alquiló la casa al cabildo de la Catedral «y la subarrendó a una librería e imprenta. De ahí viene el equívoco».

Vitor en la casa de Nebrija. 

Nebrija, por tanto, no fue el dueño del primer taller de Libreros, pero sí su cliente. Los dos primeros impresores de Salamanca fueron Alonso de Porras y Diego Sánchez Cantalapiedra Nebrija «trabajó muchos años» con Alonso, con quien editó y reeditó las ‘introductiones latinae’, un popular manual de latín. Juan de Porras heredó el negocio familiar, que «estaba físicamente en la zona donde está ‘la Galatea’. ¿Se imprimió allí la primera gramática castellana? Es más que posible.

Nebrija «elegía el tipo de letra. Al principio era gótica, que se asemejaba a la que escribían los monjes, pero él, como buen humanista, prefería la redonda, que se lee mucho más clara»

Nebrija «se tomaba muy en serio el trabajo y colaboraba mucho» con los editores. «Elegía el tipo de letra. Al principio era gótica, que se asemejaba a la que escribían los monjes, pero él prefería la redonda, como buen humanista, que se lee mucho más clara. Redactaba el colofón, corregías pruebas… por eso se ha llegado a pensar que financiaba o era el propietario de una» imprenta.

«Un síntoma de nuestros tiempos»

El poso cultural de Libreros se enriqueció a lo largo de los siglos con Fray Luis de León, Abraham Zacut, Góngora, Torres Villarroel, Calderón de la Barca, Francisco Salinas... En el siglo XX despuntaron Carmen Martín Gaite o Miguel de Unamuno, cuya casa rectoral estuvo justo enfrente de la que ocupó Nebrija cuatro siglos antes. 

La calle Libreros «me sugiere todo, desde que vine a estudiar a Salamanca», explica Jambrina. «Tiene mucho encanto. Visualiza lo que ha sido la tradición de la Universidad de Salamanca, las letras, el humanismo… esa calle, que es donde están las escuelas mayores y menores, simbolizaba y visualizaba todo eso, ese pasado y ese esplendor. Por aquí han pasado el 80-90% de los escritores de todos los siglos desde Edad Media hasta ahora, como alumnos, profesores o ambos y es la calle que te lo recuerda. Por eso es tan triste que no haya testimonio de eso», lamenta. «Ojalá abra pronto otra librería que muestre esa tradición, esa Salamanca del pensamiento, la literatura, la ciencia…»

«Se busca gente sin formación, incapaz de pensar y de reaccionar. Esto es un síntoma»

A su juicio, el desalojo de una librería «es un síntoma de nuestros tiempos. Lo que tiene que ver con las humanidades va perdiendo peso y no sólo por el desarrollo del capitalismo, que se lleva por delante las cosas, es algo deliberado por parte política, de quienes tienen el poder, de hacer desaparecer lo que tiene que ver con el pensamiento y el humanismo». Cree que «se busca gente sin formación, incapaz de pensar y de reaccionar. Esto es un síntoma. Confluyen el dinero y el poder, que arrasan con todo. Lo han hecho siempre, pero ahora mucho más. Las humanidades estamos perdiendo terreno: cierra una librería anticuaria en un lugar simbólico. Es lo que nos espera si no reaccionamos».

«Esta ciudad se ha postulado para ser ciudad literaria europea, pero claro, si dejamos que desaparezcan cierto tipo de librerías no podemos presumir»

¿La desaparición de ‘La Galatea’ podría convertirse en un punto de inflexión? «A veces justamente este tipo de cosas suscitan reacciones favorables y gente que no ha reparado en ello piensa en la importancia de estas cosas, como la importancia del libro y del humanismo. Salamanca sin eso no es nada. Los monumentos han surgido porque era un foco cultural por su Universidad, pero sin eso habría sido una ciudad como otra cualquiera. Esas cosas habría que cuidarlas. Esta ciudad, con buen criterio, se ha postulado para ser ciudad literaria europea, pero claro, si dejamos que desaparezcan cierto tipo de librerías no podemos presumir. Para ser literaria no sólo tienes que tener pasado, sino presente y memoria del pasado, que es lo que intento hacer con mis novelas».

‘La Galatea’ echará el cierre por desalojo el 30 de marzo. Ese día, la calle de los impresores y de las librerías se quedará huérfana.